Santiago Mexquititlán: un pueblo de indios, siglos XVI-XVIII
La etimología del vocablo Mexquititlán procede de la raíz náhuatl mizqui o mizquicuhauitl, “árbol de mezquite”: ti, ligativo y tlán abundancial; “lugar donde abundan los mezquit...es”. Sin embargo, Abramo señala que:
[...] no hay [...] un solo mezquite en varios kilómetros a la redonda. Tampoco hay registro, en la memoria de los que hoy allí viven, de la existencia de estos árboles, y las referencias de que un día los hubo son equívocas [...] Por esta razón —continúa diciendo— me inclino a pensar que todas las formas señaladas aluden a los vocablos mejicanos mehuiztli (espina de maguey) y tlan (lugar de), muy corrompidos por siglos de pronunciación por personas que no eran nahuatlacas, los españoles, los criollos, los mestizos y los propios nñöñhu. Esto arroja una etimología más cercana a las plantas de este medio ambiente. De hecho, el maguey (Agave atrovirens) abunda en los campos, y es probable que los pobladores originales o bien la cultivaran, o bien aprovecharan las que naturalmente por allí nacían, para obtener varios productos, tales como agujas, fibra, pulque, mezcal, etcétera.18
También menciona que este término ha tenido una serie de transformaciones desde el siglo XVI: del Mestitlán original a Meztititlán, y en el siglo XVII cambió de Mesquititlán y Mezquititlán al Mexquititlán actual.
Santiago Mexquititlán se ubica en el camino entre Santa María Amealco y Temascalzingo, al descender una suave pendiente que llega a un valle en el que se siembra maíz, quelites, nopales, habas, fríjoles y nabos, alimentos muy apreciados por sus habitantes. Es uno de los más antiguos asentamientos otomíes en la región, y por su ubicación geográfica es posible deducir que antes de la Conquista y ocupación española era una zona transitada, pues conectaba comunidades y pueblos de los estados de México y Michoacán.
En dicha localidad, los otomíes reubicados desde comunidades cercanas (Santiago Iztapa y San Miguel Acambay) encontraron un espacio ocupado por pobladores que vivían en caseríos dispersos y por estancieros o rancheros que se apropiaban rápidamente de grandes extensiones de terreno para su ganado, así como de los ramales del río del Lerma para sus cultivos de cebada, trigo y maíz.
Van de Fliert escribe que Santiago Mexquititlán es fundado en el año de 1520 “[...] por los dignatarios españoles del virreinato, Juan de Láez y Luis de Velasco, a fin de facilitar el tránsito comercial de productos agrícolas y de organizar mejor la captación de recursos tributarios. Desde entonces la comunidad dedicó la mayor parte de su vida productiva a la práctica de la agricultura y al comercio con los pueblos vecinos”.19 Sin embargo, de acuerdo con documentos del fondo “Buscas y Traslado de Tierras de Santiago Mexquititlán”, del AGN, todo parece indicar que los santiagueños fueron reubicados en 1540, cuando se realiza una de las primeras mercedes de tierra para los otomíes en la región.
Escrito por
Adrián Valverde López*Escuela Normal Superior de México
Año 16, vol. 45, enero-abril, 2009
http://www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/?p=3082Ver más
La etimología del vocablo Mexquititlán procede de la raíz náhuatl mizqui o mizquicuhauitl, “árbol de mezquite”: ti, ligativo y tlán abundancial; “lugar donde abundan los mezquit...es”. Sin embargo, Abramo señala que:
[...] no hay [...] un solo mezquite en varios kilómetros a la redonda. Tampoco hay registro, en la memoria de los que hoy allí viven, de la existencia de estos árboles, y las referencias de que un día los hubo son equívocas [...] Por esta razón —continúa diciendo— me inclino a pensar que todas las formas señaladas aluden a los vocablos mejicanos mehuiztli (espina de maguey) y tlan (lugar de), muy corrompidos por siglos de pronunciación por personas que no eran nahuatlacas, los españoles, los criollos, los mestizos y los propios nñöñhu. Esto arroja una etimología más cercana a las plantas de este medio ambiente. De hecho, el maguey (Agave atrovirens) abunda en los campos, y es probable que los pobladores originales o bien la cultivaran, o bien aprovecharan las que naturalmente por allí nacían, para obtener varios productos, tales como agujas, fibra, pulque, mezcal, etcétera.18
También menciona que este término ha tenido una serie de transformaciones desde el siglo XVI: del Mestitlán original a Meztititlán, y en el siglo XVII cambió de Mesquititlán y Mezquititlán al Mexquititlán actual.
Santiago Mexquititlán se ubica en el camino entre Santa María Amealco y Temascalzingo, al descender una suave pendiente que llega a un valle en el que se siembra maíz, quelites, nopales, habas, fríjoles y nabos, alimentos muy apreciados por sus habitantes. Es uno de los más antiguos asentamientos otomíes en la región, y por su ubicación geográfica es posible deducir que antes de la Conquista y ocupación española era una zona transitada, pues conectaba comunidades y pueblos de los estados de México y Michoacán.
En dicha localidad, los otomíes reubicados desde comunidades cercanas (Santiago Iztapa y San Miguel Acambay) encontraron un espacio ocupado por pobladores que vivían en caseríos dispersos y por estancieros o rancheros que se apropiaban rápidamente de grandes extensiones de terreno para su ganado, así como de los ramales del río del Lerma para sus cultivos de cebada, trigo y maíz.
Van de Fliert escribe que Santiago Mexquititlán es fundado en el año de 1520 “[...] por los dignatarios españoles del virreinato, Juan de Láez y Luis de Velasco, a fin de facilitar el tránsito comercial de productos agrícolas y de organizar mejor la captación de recursos tributarios. Desde entonces la comunidad dedicó la mayor parte de su vida productiva a la práctica de la agricultura y al comercio con los pueblos vecinos”.19 Sin embargo, de acuerdo con documentos del fondo “Buscas y Traslado de Tierras de Santiago Mexquititlán”, del AGN, todo parece indicar que los santiagueños fueron reubicados en 1540, cuando se realiza una de las primeras mercedes de tierra para los otomíes en la región.
Escrito por
Adrián Valverde López*Escuela Normal Superior de México
Año 16, vol. 45, enero-abril, 2009
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